No existen las verdades absolutas en las artes e intentar proclamar algo como "lo mejor" siempre traerá consigo quejas y opiniones mixtas pero, a reserva de lo anterior, es necesario exponer que al menos para el que esto escribe, Ivan Pongracic es el mejor guitarrista de música surf de la actualidad.
Con ya 20 años de actividad profesional de manera prácticamente ininterrumpida, Ivan (recomendamos leer nuestra entrevista con él) es el claro ejemplo de la perseverancia y el trabajo constante. Su primera banda fue The Space Cossacks que, en sólo un lustro y con la mínima cantidad de dos álbumes de estudio, se volvió un referente dentro del periodo bautizado como "la tercera ola" dentro de la música surf, que abarca a todas las bandas del género que surgieron después del parteaguas cultural que significó Pulp Fiction de Quentin Tarantino en 1994.
El conjunto estadounidense formado en Washington D.C. estuvo en activo entre 1996 y el 2001 y realidad nunca hubo un separación oficial pero debido a sus actividades laborales, Ivan se mudó a Indianapolis, al otro lado del país, y ahí formó a The Madeira, conjunto con el que a la fecha se presenta de manera constante en distintas partes del país e inclusive pudo realizar una gira italiana en el 2009.
Para no olvidar su amor por The Space Cossacks, cada cierto tiempo y que su calendario se lo permite, Ivan viaja junto al resto de sus compañeros, Mark English (guitarra rítmica), Catherine Gray (bajo) y Doug Hoekstra (batería) y se presenta en pequeños conciertos ante los devotos que conocen la importancia del conjunto.
Con el objetivo de celebrar el vigésimo aniversario del nacimiento de The Space Cossacks, el sello MuSick Recordings editó un álbum en vivo que originalmente fue grabado en un concierto realizado en el Foothill Club de Long Beach, California, el 10 de julio de 1998.
El disco de misteriosa ilustración de portada realizada por el artista Stephen Blickenstaff, conocido mundialmente por ser el creador de la portada de Bad Music For Bad People de The Cramps, incluye 21 temas de gran calidad de sonido que muestran el potencial que emanaba el cuarteto instrumental.
En primera instancia, la selección de temas condensa bastante bien la fugaz carrera del grupo, que siempre se caracterizó por su sonido completamente instrumental y con un respeto hacia las bandas que cimentaron el género en la década de los sesenta pero sin llegar a imitarlos ni intentar recrear nota por nota su estilo. Siempre fueron un grupo con un sello particular que los distinguió del resto de sus colegas.
Algo que no es muy común dentro de las presentaciones de conjuntos de este reverberante género es su extensa duración. Por lo regular los conciertos siempre son sudorosos, sí, pero cortos; sin embargo, en esta ocasión ocurre lo contrario y el álbum nos presenta un concierto de más de una hora y con los temas prácticamente de corrido, sin pausas ni diálogos entre canciones. El cuarteto sólo se dedicó a ejecutar cada una de las 21 piezas una tras otra.
Entre composiciones propias como "Solaris Stomp", "Planet of the Apes" y "Black Sand", que se caracterizan por sus dulces melodías bañadas en cristalinas guitarras con el reverb a tope, junto a versiones de clásicos del género como "Bombora" (The Atlantics) y "Third Star to the Left" (The Nocturnes), el disco se vuelve un justo legado de una de las bandas que, de forma injusta, menos atención tuvo en la década pasada, pero cuya influencia en la actual generación de músicos es mayor de la que muchos imaginan.
En primera instancia, la selección de temas condensa bastante bien la fugaz carrera del grupo, que siempre se caracterizó por su sonido completamente instrumental y con un respeto hacia las bandas que cimentaron el género en la década de los sesenta pero sin llegar a imitarlos ni intentar recrear nota por nota su estilo. Siempre fueron un grupo con un sello particular que los distinguió del resto de sus colegas.
Algo que no es muy común dentro de las presentaciones de conjuntos de este reverberante género es su extensa duración. Por lo regular los conciertos siempre son sudorosos, sí, pero cortos; sin embargo, en esta ocasión ocurre lo contrario y el álbum nos presenta un concierto de más de una hora y con los temas prácticamente de corrido, sin pausas ni diálogos entre canciones. El cuarteto sólo se dedicó a ejecutar cada una de las 21 piezas una tras otra.
Entre composiciones propias como "Solaris Stomp", "Planet of the Apes" y "Black Sand", que se caracterizan por sus dulces melodías bañadas en cristalinas guitarras con el reverb a tope, junto a versiones de clásicos del género como "Bombora" (The Atlantics) y "Third Star to the Left" (The Nocturnes), el disco se vuelve un justo legado de una de las bandas que, de forma injusta, menos atención tuvo en la década pasada, pero cuya influencia en la actual generación de músicos es mayor de la que muchos imaginan.
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