Después de publicar una enorme cantidad de sencillos y hasta un split junto al septuagenario Andre Williams, por fin este año llega el tercer LP de King Salami & The Cumberland Three, uno de los conjuntos de R&B fiestero más destacados de la última década.
Con base de operaciones en el pequeño suburbio de Wurstville, en Londres, el cuarteto representa la actual pluriculturalidad que domina a buena parte del mundo. El conjunto surgió como resultado de la unión de un japonés, un francés, un caribeño y un español. Parece un chiste pero es real. Aunque todas las culturas son muy diferentes entre sí, aquí convergen sin problema a ritmo de rock & roll.
El álbum no presenta grandes cambios con respecto a sus lanzamientos previos, siempre firmados por el sello Dirty Water Records, así que a través de 14 temas el combo nos sumerge en un licuado sonoro de R&B bañado en punk, salpicado de soul y empapado de festivas melodías que incitan al baile jubiloso. Es como si en una fiesta te encontraras a Screaming Jay Hawkins palomeando con Fats Domino y un sorprendentemente feliz Howlin' Wolf. Nada podría salir mal de semejante combinación.
Con la inconfundible voz rasposa del estrafalario King Salami en primer plano, el grupo muestra su pasión por todos los ritmos negros que imperaban en los alrededores del río Mississippi a mediados del siglo pasado y en temas como "Nosebleed Boogie" y "She Was A Mau Mau" logra unos torbellinos sonoros a los que resulta imposible escaparse. Por otra parte, en "No Stoppin'" el conjunto muestra su faceta instrumental y en "King Ghidorah" se dejan escuchar ciertas referencias a la cultura oriental.
Para hacer todavía más letal la fórmula, y por si no fuera suficiente la mezcolanza de razas, en varios temas del álbum colabora el canadiense Spencer Evoy, saxofonista de MFC Chicken, con lo que se logra acrecentar el festín furtivo de soul-punk-grasoso que amenaza con destruir los pies de todos los que caigan es su embrujo.
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