El año pasado se conmemoró el centenario del nacimiento de Rafael Bernal, un versátil escritor, guionista y dramaturgo pero que tradicionalmente es considerado el padre de la novela policiaca en México gracias a su obra cumbre, El Complot Mongol (1969), cuya influencia sigue más vigente que nunca. Si se trazara una línea temporal imaginaria, probablemente tendría en Iván Farías a uno de sus alumnos más aventajados.
Con una prolífica pluma, Iván se ha hecho notar en distintos medios nacionales, tanto impresos como digitales, desde hace poco más de una década. Su creatividad no mide dimensiones, por lo que es capaz de escribir para revistas grandilocuentes y de renombre internacional como Playboy México, hasta en pequeños sitios web de escasa audiencia. Con el tiempo, ha ido puliendo un estilo propio y entre sus temas predilectos destacan la nota roja, la novela negra y el género policiaco, de los que ya se ha convertido en digno representante de nuestro país.
Si en el mundo de la música se acostumbra el lanzamiento de sencillos en 7" que sirven como punto de enlace entre los álbumes de los artistas, en las letras la editorial tapatía Paraíso Perdido cuenta con la colección denominada Instantánea en la que publica material en pequeño formato de corta extensión y en reducidos tirajes que son de auténtica colección.
En el caso de La ciudad y sus muertos se trata de un cuento que a lo largo de 40 páginas nos adentra en el mundo de Sairaf Hernández, mejor conocido como El Turco, un expolicia que después de conocer el podrido y corrupto mundo de las instituciones mexicanas decide trabajar por su cuenta y ahora tiene un caso que resolver: encontrar al asesino de Alejandro, un prominente estudiante de Tlaxcala que parecía no tener enemigos ni un motivo claro para que alguien decidiera acabar con su vida así, de tajo.
Con una prosa clara y sin términos rebuscados, Iván muestra un mundo turbio en el que lo mismo se puede sospechar de institutos de cultura que del mismísimo gobernador de Tlaxcala. Si algo caracteriza a la novela policiaca son las vueltas de tuerca y que todos los implicados pueden ser potencialmente culpables.
A diferencia de una novela en la que es posible adentrarse en detalles que en ocasiones terminan por aburrir o marear al lector, en este caso se trata de un veloz cuento en el que la acción transcurre a máxima velocidad y no hay oportunidad de parpadear. Cada página es una bomba de tiempo que amenaza con explotar en cualquier momento.
A diferencia de una novela en la que es posible adentrarse en detalles que en ocasiones terminan por aburrir o marear al lector, en este caso se trata de un veloz cuento en el que la acción transcurre a máxima velocidad y no hay oportunidad de parpadear. Cada página es una bomba de tiempo que amenaza con explotar en cualquier momento.
Al margen, el lector podría crear paralelismos entre la trama del cuento y situaciones actuales del país (¿alguien mencionó Ayotzinapa?), lo cual resultaría en una de las múltiples lecturas que se le puede dar a una historia que, como muchas otras, parte de un asesinato. Vivimos en un país en el que la ficción es más real que la propia realidad.
Farías, Iván
La ciudad y sus muertos
La ciudad y sus muertos
Editorial Paraíso Perdido
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