En la
actualidad, hablar de Lost Acapulco
es referirse al grupo de música surf
más importante de México, lo cual implica diversos aspectos, tanto positivos como
negativos; se trata de una banda que polariza y así como tiene miles de
seguidores, también cuenta con varios detractores que los culpan de haber
llevado el reverberante sonido instrumental a otros públicos. Vamos, los fans
mexicanos te perdonan cualquier cosa menos que te vuelvas popular.
A lo largo
de sus casi dos décadas de existencia, el cuarteto se ha enfrentado a cualquier
cantidad de obstáculos y, contra todo pronóstico, aquí continúan. Todo surgió
en algún momento de 1996 cuando un grupo de amigos adictos a la música y a
coleccionar discos de los más disímiles estilos, decidieron crear una banda
completamente instrumental que practicara un género desconocido –al menos hasta
ese entonces– llamado surf. Su primer nombre de batalla fue Bombatomix pero, tras un ajuste de
integrantes, optaron por Lost Acapulco.
La primera
gran dificultad que afrontaron fue el practicar algo que a todos generaba
extrañeza; no había ni público ni escena así que ellos mismos se dedicaron a
fabricarse su propio camino y, de paso, cimentaron el movimiento que
actualmente parece estar a punto de estallar. Durante sus primeros años, cuando
los cuatro miembros de la agrupación portaban vestimentas playeras y todavía no
hacían su aparición las máscaras de luchador, era bastante común escuchar entre
la audiencia poco informada la misma pregunta: ¿dónde está el vocalista?
Si algo ha
marcado la carrera de Lost Acapulco
ha sido su interés en nunca estancarse, ya sea a través de colaboraciones con
cantantes tan variados como Juanito
Wau, Dr. Fanatik o Ely Guerra, o a través de sus EP’s temáticos de halloween y navideños. Pero, en el
fondo, siempre han mantenido el mismo objetivo: divertirse mientras componen y,
si logran divertir a los demás, pues qué mejor.
Pero,
después de transitar por caminos alternos y haber combinado la música surf con
diversos estilos musicales –para desagrado de los puristas del género–, parece
que Warpig, Crunchy, Reverendo y el Sr.
Ramírez decidieron que era momento de regresar al básico –y a la vez complejo–
sonido reverberante e instrumental que patentaron agrupaciones como The Bel-Airs, The Chantays y The Shadows.
El resultado se materializó en el EP Coral Riffs, que cuenta con cuatro
temas propios que muestran a un conjunto sólido que trabaja sin presiones y sin
contratos discográficos. Ellos son sus propios jefes y por eso se permiten todo
tipo de libertades.
En su más
reciente material, el cuarteto se adentró en la forma más pura de la música surf,
con melodías cálidas y riffs de
guitarra que incitan al dulce movimiento corporal… justo como hacían las bandas
instrumentales californianas hace poco más de medio siglo. El tema encargado de
romper el silencio es “Coral Riff”, que transporta, sin problema, a cualquier
playa gracias a sus guitarras cristalinas que son como sirenas en busca de su
siguiente presa; por otra parte, en “Lost Town” se adentran, de forma ligera,
en los áridos terrenos del western
gracias a su sonido seco que recuerda en demasía a Los Twangers –proyecto alterno de integrantes de Lost Acapulco– o a cualquier película
sesentera protagonizada por bandidos sin sentimientos en busca de tesoros en
pueblos fantasmas. Como si se tratara de un juego del destino, el siguiente
tema es completamente diferente, se trata de “Mercury ‘57” que, tal como lo
indica el título, remite a un paseo abordo de un viejo pero bien cuidado
automóvil que puede no correr muy rápido pero siempre avanzará a la velocidad
necesaria. Por último, suena “Sazanami” que de alguna forma es un pequeño homenaje/tributo
al sello japonés del mismo nombre y que es comandado por integrantes de Goggle-A, carismático grupo que ya
alguna vez visitó México para una pequeña gira.
Fuera del
plano musical, si se observa de lejos la portada del EP, disponible en CD y en
una lujosa edición en vinilo color verde de 7” con código de descarga digital, pareciera emular los 100 pulsos de la cubierta del primer LP de Joy Division, pero en realidad se trata de una obra del diseñador Pablo Figueroa que muestra a un surfista dominando las olas del
mar al más puro estilo de Richard Anthony Monsour, mejor conocido como Dick Dale.
Y es así,
únicamente con un par de guitarras, un bajo y una batería que Lost Acapulco realizó su álbum más
“fino” y personal a la fecha, entendiendo esto como un intento por mostrar el
sonido de la música surf en su forma más pura y alejarse de la prostitución
arrabalera a la que decenas de clones enmascarados han llevado al género en México.
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